La tierra
La
tierra era uno de los bienes mas estimados en el Tahuantinsuyu y su propiedad
seguía los patrones andinos de la posesión.
Los
cronistas afirmaron que las tierras se dividían en tierras del Inca, del Sol y
de los hatun runa o gente del común, pero este esquema resulta demasiado
escueto para conceptos que son más complejos y diversos, como lo veremos a
continuación en detalle.
Tierras del Inca o del Estado
Esta
designación comprende, en primer lugar, a las tierras del Estado en general
situadas en todo el Tahuantinsuyo; en segundo lugar, las tierras de los ayllus
reales y de las panaca ubicadas en los contornos de la capital y, por último, a
las tierras adjudicadas a un determinado soberano en calidad de propiedad
privada, cuyo productos eran las rentas personales del Inca a diferencia de los
ingresos estatales.
Una
clara distinción se impone entre cada una de estas tenencias, y antes de
detenernos en las tierras estatales es imprescindible averiguar como se
manifestaba la tenencia de la tierra entre los señores de las macro etnias
antes del advenimiento de los incas.
A
través de documentos de archivos sabemos que todo curaca tenia chacras
designadas según la función que desempeñaba, y que eran cultivadas por mita
entre los habitantes locales. Como ejemplo citaremos lo que sucedía en los
pequeños curacazgos de Macas y Guarauni, sujetos a la macroetnia todas ellas trabajadas por turnos (Espinoza
l963: 64].
No
solamente el cacique subalterno, digamos de pachaca (cfen), disponía de tierras
cacicales, sino los grandes señores de las macroetnias gozaban del privilegio
de tierras diseminadas en todo el territorio bajo su jurisdicción de acuerdo
con su categoría y poder. Lo mismo sucedía en el caso del curacazgo de Codec,
don-de su serior, el Colli Capac, disfrutaba de tierras en el pequeño curacazgo
yunga de Quivi, comprendido dentro de su jurisdicción y hegemonía. No se debe
confundir esta tenencia con los enclaves o archipielagos. Cuando se efectuó la
dominación cusqueña, una de las primeras medidas adoptadas fue la designación
de tierras estatales en las que trabajaba gente local por turnos, y era
obligación del curaca proveer mano de obra necesaria y vigilar su cultivo.
Visitantes enviados desde el Cusco aparecían regularmente y ordenaban el
almacenamiento de los productos, decidiendo si debían ser enviados a la capital
o a los centros administrativos. El habito indígena de señalar tierras
estatales en cada curacazgo conquistado es confirmado en una Información
Secreta hecha para el Consejo de Indias por el licenciado Joan de Obando, el 2
de enero de 1568. En dicha información se decía que los incas tenían sus
tierras en cada provincia trabajadas por los naturales de la región, lo cual
era considerado como un tributo. Todo lo cosechado en dichos campos era
depositado en los almacenes estatales (Archivo British Museum Spanish
documentos, N° 33983). La antigua costumbre de que cada curacazgo separe una
parte de sus tierras para el Inca y que sea cultivada por la comunidad confirma
lo expresado líneas arriba (RAHM A-92).
Lo
anterior es una muestra de la tenencia de las tierras del Inca en un pequeño
curacazgo, y la existencia en cada ayllu de parcelas estatales. A medida que el
Estado inca se extendió sus necesidades también fueron en aumento, tuvo que
encararse, entonces, el problema de una mayor producción agrícola y por lo
tanto de mayor es tierras.
Una
primera medida fue incrementar las tierras designadas al Inca. Una evolución de
esto se manifiesta en la Relación de Chincha de Castro y Ortega Morejon
(1974/1558), en donde se nombra al general Capac Yupanqui como el primer
cusqueño que apareció en dicho señorío y que se limito a establecer la
reciprocidad entre el Cusco y Chincha. Años después llego Tupac Yupanqui con su
ejercito, y entre las imposiciones ordenadas señalo tierras estatales; lo mismo
hizo a su tiempo Huayna Capac con nuevas demarcaciones de tierras, es decir que
se produjo una ampliación de los campos pertenecientes al soberano.
La
presencia inca en una "provincia" consistía en señalar en cada
guaranga y en sus pachaca las tierras para el Inca cultivada por gente del
lugar (ibidem: 101). Los frutos y las cosechas se remitían ya sea al Cusco, a
Jauja o a Pachacamac, según las indicaciones de los administradores estatales
(ibidem).
Fuente: libro de Maria Rostworoski - historia del tahantinsuyo
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